Saldanha fue el que lo empezó todo

03.07.2012 13:08

 

El personaje en cuestión podría ser perfectamente el protagonista de una película de ciencia ficción a tenor de la agitada vida vivida. Se trata ni más ni menos, que de Joäo Saldanha, entrenador de la que posiblemente fue mejor selección de la historia, la Brasil de Pelé.

 

Saldanha, un proyecto frustrado de futbolista como demuestra su breve paso por las filas del equipo de su vida, el Botafogo, se convirtió desde bien joven en un afamado periodista de Brasil, muy comprometido con la política (era militante del partido comunista) y el deporte. Especialmente conocidas eran sus críticas a los políticos de la época y a los futbolistas y entrenadores del momento.

 

Su voracidad verbal donde no dejaba títere con cabeza llegó hasta el punto de llamar asesino al presidente de su país si era necesario. Jugadores, entrenadores o directivos eran objeto de terribles críticas cada vez que Saldanha veía que las cosas se salían del tiesto.

Con un revolver oro mazizo (marca Colt 32) en su poder siempre a su lado, los escándalos de este periodista eran una constante, como su persecución, con pistola por delante, al portero del Botafogo, Manga, al que acusaba de dejarse sobornar.

 

Muy comprometido con la lucha campesina contra el poder, su gran momento en el fútbol mundial llegó cuando el Botafogo, harto de sus feroces críticas e insultos, le ofreció el puesto de entrenador en 1957 para llevar al equipo a la cúspide. Sin pensárselo dos veces, Saldanha aceptó el cargo a pesar de su nula experiencia en los banquillos y empezó a escribir su leyenda en el fútbol.

 

Con el Botafogo, ya se vería el patrón de juego de Saldanha. Fútbol rápido, veloz y de toque, con jugadores sobresalientes como Didí, Nilson o Garrincha que le harían proclamarse campeón de liga ya en su primer año. Todo ello antes de rechazar en 1959 seguir con el club, para volver a los medios de comunicación, su otra gran pasión.

No sería hasta siete años después cuando Saldanha volvería a dirigir un conjunto. La mala imagen de Brasil en el Mundial del 66, eliminados a las primeras de cambio por la Portugal de Eusebio, era fuente de muchísimas críticas por la "torcida" brasileña. Y quién mejor para apagar el fuego, que el mayor crítico, el que más leña tiraba a la hoguera.

 

Su llegada al cargo de la selección revolucionó la "canarinha" y el mundo del fútbol. Apostó por una base de jugadores del Botafogo, Santos y Cruzeiro y decidió dar prioridad al talento sobre la táctica. Un simple 4-2-4 donde la clave era simple: dejar a los buenos arriba y con libertad. Fue así, como un tal Pelé, Rivelino, Tostao o Jairzinho triunfaron.

 

Sin 9 fijo, pero con mediapuntas con mucha llegada que se asociaban continuamente. El toque era la premisa principal, y la llegada de los laterales, reconvertidos en muchas ocasiones a extremos la sorpresa con la que romper las defensas más cerradas.

 

Con buenos jugadores y una idea tan fácil y clara de ver el fútbol, los resultados no se hicieron esperar. La selección consiguió clasificarse para el Mundial de México 70 con una fase de clasificación inmaculada con seis victorias en otros tantos partidos y 23 goles a favor y solo 2 en contra. Además, numerosos amistosos ganados a potencias europeas con mucha solvencia hablaban bien a las claras del poderío de este equipo.

 

Sin embargo, Saldanha no pudo ver cumplido el sueño de disputar el Mundial. Su polémico carácter le provocó numerosos problemas. Discusiones tan fuertes como una con el entrenador del Flamengo, Yustrich, al que fue a apuntar con el revolver a un entrenamiento del "Fla", o con el presidente del país, al que llamó públicamente asesino. Las presiones por parte del dictador Emilio Garrastuzu por introducir a Dario en el Mundial acabaron con la renuncia de Saldanha y la llegada de Zagallo al cargo.

Durante la cita mundialista, Saldanha volvió a ejercer de periodista para la emisora O Globo, donde dejo una polémica para el recuerdo con Pelé al que acusó de "adolecer de una acentuada miopía que le imposibilitaba localizar la pelota en partidos por la noche, además de problemas en la cadera que le dificultaban desplazarse correctamente". Todo ello, antes de soltar su famosa frase de "no soy burro, ni tonto, ni tampoco optómetra". Y es que O Rei nunca fue el ojito derecho de Saldanha, al que acusaba de jugar desganado y tan solo para salvarse de su profunda bancarrota económica.

 

 

En cualquier caso, el mérito de Saldanha quedará para siempre en la retina de todos. En 1990, este controvertido personaje nos decía adiós en Roma a la edad de 73 años. Hasta siempre.

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