Eizaguirre y las morcillas

06.07.2012 03:08

 

Hoy en colgados por el fútbol, volvemos a viajar en el tiempo, para volver a otros tiempos, cuando los porteros paraban a mano descubierta, sin guantes, cuando los balones eran de cuero, pero de verdad, de los que más de uno se rompería la pierna golpeando el balón. Nos trasladamos a los principios -mitad  del siglo XX, cuando los jugadores de fútbol eran  auténticos caballeros.

 

                                             

 

 Y no queríamos obviar la curiosa historia de este guardameta, Ignacio Eizaguirre, nacido en San Sebastián, el 7 de noviembre de 1920. Su primer equipo fue la Real Sociedad, hijo del portero Agustín Eizaguirre, con 16 años ficho por la Real Sociedad, pero la guerra civil hizo que se pararan todas las competiciones y no se retomaran hasta la temporada 1939-40, que fue cuando debutó con la Real Sociedad en segunda división. Fichó por el Valencia y allí estuvo desde 1941 hasta 1950. Allí se produjo la primera curiosidad, debutó encajando cinco goles, lo que hizo que perdiera la titularidad en detenimiento del otro portero que en aquella época tenia el Valencia, Pío. 

 

Pero lo curioso vendría en la manera  como Eizaguirre iba a recuperar la titularidad. El padre de Eizaguirre tenia una carnicería y este iba a visitar a su hijo en la ciudad del Turia. En su visita, este llevó una cesta llena de productos de dicha carnicería, causante de que el portero titular Pío no pudiera jugar debido a una indisposición por empacho. Las morcillas del padre de Eizaguirre habían tumbado al portero titular y le devolvería el puesto a su hijo, que luego jugaría durante 8 años en el Valencia y se convertiría en uno de los porteros mas importantes de la entidad valenciana.

 

                   

 

Jugó dos partidos en el Mundial de 1950 y después del torneo, volvió a la Real Sociedad, allí Eizaguirre dejaría otra perla para la sección de anécdotas. En uno de los partidos que jugó en el Mundial, encajó un gol con un bote raro del balón. Desde entonces decidió que  antes de cada partido se llevaría unos sacos de arena de la playa y los tiraría sobre el área pequeña de su portería, después lo nivelaría con un rastrillo y regaría el terreno, evitando así botes inesperados del esferico.

 

Conocido también por sus atuendos modernos para la época, la ultima anécdota y sorprendente donde las haya, fue cuando entrenando a Osasuna, ante los problemas que estaba teniendo su equipo en la portería, sin ponerse colorao decidió ponerse el bajo los palos, pero no tuvo suerte y recibio las mismas goleadas que sus porteros. Después en un amistoso benéfico que le realizo el Valencia, se marcó con 55 años una palomita monumental, para recordarle a los aficionados valencianistas, que fue uno de los mejores porteros de la historia del club.

                                                    

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